La guerra Civil en Nerva-
Os contaré una historia, esta basada en hechos reales para que sepáis más de vuestros ancestros mas recientes, como vivieron y sintieron aquellas fechas tan siniestras que les toco vivir a 17.000 nervenses que habitaban por esas fechas y no pudieron escapar a la mas terrible pesadilla hecha realidad...
Aquel 18 de Julio el sol como todos los veranos castigaba los tejados de este pueblo minero, muchos nervenses que a esas horas no trabajaban, dormitaban siestas tranquilas en catres umbríos, otros tomaban café en sus bares asiduos y algunos jubilados sesteaban sentados con bastón en mano en sillones rancios de sociedades bajo el aire de ventiladores de techo escuchando música aflamencada que invadían los aparatos de radio dorados que presidían las estancias. El pueblo estaba tranquilo, aunque ya se respiraba desde hace un tiempo que España andaba revuelta y que Nerva como fiel reflejo de la época era espejo de estas circunstancias, aun no se hacía presagiar lo que en los próximos días acontecería y haría cambiar por siempre la historia de España.
Yo como loco impávido, deambulaba con mi abrigo a pesar del calor por la inmediaciones del triangulo, de pronto escuché que la voz de “la Piquer” dejo de ocupar el ambiente y que los rostros de los dormitados miraban hacia el aparato que convertía el aire en melodías y palabras. Una voz despertante desde la emisora de “Unión Radio” leía la auto proclamación de Queipo de Llano como General Jefe de la 2ª División y emitía un Bando lleno de odios, amenazas y rencores a todo aquel viviente y paria que no acatara sus ordenes, voces de guerra y muerte afloraron y pronto de boca en boca y al unísono, miles de aparatos en Nerva escupían las frases de aquel General “cuerdo” que nos amenazaba con la muerte si seguíamos creyendo en la republica y no abrazábamos su ideología fascista defensora del orden, la iglesia y la patria.
“El ejercito del Sur declara el estado de guerra contra la Republica del Pueblo...”
Todos quedaron atónitos, las carreras de mensajeros con caras despavoridas manaban por todas las calles, las mujeres y los hombres se echaron a la calle en busca de noticias y el murmullo de un pueblo que sesteaba, escalaba a cada segundo decibelios respirándose en cada rincón sensaciones dispares, algunos sus rostros denotaban miedo, otros valentía, unos resignación, otros rebeldías, algunos tristeza y otros pocos escondían su alegría. Este es el mundo de los cuerdos, donde hay salvadores y salvados, donde hay valientes y cobardes, donde hay vencedores y vencidos, donde hay opresores y oprimidos y donde hay rebeldes y sumisos...
Poco a poco en todas las calles bajo un silencio atronador solo se escuchaba de fondo las palabras de aquel radio que ese día maldecía todo un pueblo... ¿cómo un silencio atrona? ¿Cómo un silencio desgarra? Ese silencio pellizcaba todo humano que aun yo, no estando “cuerdo”, me hacía sentir asustado.
Cuando las palabras cesaron, melodías e himnos de guerra y muerte, escupían incansablemente, aquellos aparatos desperdigados por todo el pueblo, miradas de viejos se entremezclaban discerniendo malos presagios y miles de personas irrumpieron en las calles… corrillos, carreras y susurros nublaban Nerva bajo el son de marchas militares.
Ya ese mismo día algunos obreros de Nerva y Riotinto requisaban a la empresa minera automóviles y camiones, otros, armados con escopetas de caza y tercerolas de los guardas, recorrían barrios y pueblos de la comarca intentando organizar a parias y constituir milicias en defensa del régimen republicano.
Yo desde el triangulo contemplaba como la armería de Fructuoso (actual gestoría de Ramón) era invadida por milicianos, el hombre impávido contemplaba como requisaban sus armas sin ni siquiera pagárselas, pero no hizo nada... ¡Es lo que tengo para vivir! Susurraba en silencio...
¡A la Guardia Civil!... ¡Todos al cuartel!... Alentaban al gentío algunos dirigentes... ¡A por las armas! ... Pronto una muchedumbre rodeo el cuartel vociferando y pidiendo que entregaran sus armas... dentro los Civiles indecisos y atrincherados miraban al mando esperando que hiciera cumplir las ordenes del pueblo, un miedo atroz les inundaba el cuerpo que empapaba de sudor sus verdes uniformes. Solo transcurrieron unos minutos y un fuerte olor a gasolina invadía el edificio, los milicianos rociaron el techo de combustible y mechero en mano, pidiendo silencio, un dirigente con voz fuerte y amenazadora se dirigió a los acuartelados... ¡Sí no salís con las manos en alto y entregáis las armas, os meteremos fuego!... ¡No os preocupéis por vosotros… por que solo queremos las armas, para defendernos de los fascistas!... Todos miraban hacia la puerta en silencio, de pronto el cerrojo del postigo empezó a sonar... algunos apuntaban con su escopeta hacia aquella puerta verde... Unos centímetros abiertos y una voz salía de su interior... Saldremos y os entregaremos las armas, por favor colaboraremos en lo que queráis... Todas las miradas, palos y escopetas estaban centradas en esa puerta, otra vez ese silencio atronador invadía el entorno, otro chasquido mas potente y el chirriar de bisagras rompía la elipsis dominante. El mando, un hombre alto y fornido, D. Hermógenos manos en alto, abrió de par en par la estancia... salieron todos desarmados, con rostros sumisos y mirando exhaustos a los concentrados sin saber que les pasaría... y no pasó nada... algunos milicianos entraron y mosquetones y pistolas se entregaron al pueblo... Los Civiles respiraban tranquilo y partieron aun desconfiados y con soplidos de alivios hacia sus casas. Un mes más tarde aquellos aliviados Civiles sirvieron de arma fascista contra ese pueblo, que incluso exaltado, respetó sus vidas.
La vida, la dádiva mas preciada del ser humano pronto no valdría nada, que pena de los cuerdos que en su inmensa locura inconsciente se creen jueces y verdugos de sus propios semejantes.
Aquel Sábado 18 Julio de 1936 fue eterno, la noche fue cayendo y el frescor que la acompañaba no enfriaba los sentimientos de rebelión contra los golpistas, pronto empezaron a organizarse para luchar contra ellos en Sevilla. En la madrugada del domingo, a las cuatro de la mañana, cuando ni siquiera despuntaba el alba, unos 50 hombres con más corazón que cabeza montan en los camiones y vehículos apropiados a la compañía y algunas cajas de dinamita. Unos con pistolas, otros con escopetas y la inmensa mayoría desarmados marchan en caravana al encuentro de una columna de milicianos que se dirigen a Sevilla desde Huelva que se suponía comandaba el Comandante Haro, el mismo, que adelantándose a la capital, se unió a los sublevados, traicionándolos y siendo verdugo y ejecutor del destino que les esperaba.
Por cada pueblo que pasaban en su ruta hacia la muerte que encabezaba un “Packard”, se sumaban otros osados campesinos y el ruido de los motores fijaban el compás de vítores y alegorías republicanas.
El Comandante Haro, el mismo que ellos creían estar bajo sus ordenes les esperaba en “La Pañoleta”, apostados entre arbustos y badenes dejaron pasar parte de la columna, de pronto se escucha una voz... ¡Fuego! Y un inmenso tronar de disparos se dirigían a los milicianos que sin esperarlos, pávidos y rodeados, lo único que pudieron hacer fue parapetarse entre vehículos y carruajes... de pronto un disparo y una explosión en unísono hizo saltar al Packard cargado de dinamita, todos quedaron extenuados... algunos corrieron despavoridos, muchos murieron, nunca se supo cuantos fueron, dicen que 26 otra voces dicen que más... Sangre, cadáveres y milicianos brazos en alto fue el fotograma que en muchos vecinos que lo observaron quedó en su retina para siempre, a todos los que capturaron y no pudieron escapar, sesenta y ocho, de los cuales treinta eran de Nerva, le apagaron sus pupilas poco tiempo después. El dos de septiembre, un consejo de guerra por “los autodenominados salvadores de la patria” en la Real Maestranza de Sevilla, los condenó a muerte. Solo uno de los capturados se libró del pelotón de fusilamiento, un chaval de unos 16 años, Manuel Rodríguez Méndez, que fue condenado a cadena perpetua.
Mientras tanto en el pueblo aquel 19 de Julio los bares estaban repletos atentos a noticias de radio mas alentadoras, era Domingo y mucha gentes inundaban el centro, los políticos locales reunidos en la casa grande con el alcalde José Rodríguez, sin perder oídos de lo que transmitían las ondas, esperaban noticias del Gobierno Civil de Huelva y al empezar la tarde de pronto aquellas marchas militares dejan de sonar y una voz dictatorial empezó a escupir noticias de muerte de lo acontecido en La Pañoleta, era el General sublevado:
“Y aquí, en la inmediaciones de Sevilla acaba de ocurrir un hecho que merece ser publicado. Desgraciadamente es un episodio en el que ha habido muchas victimas, cuya sangre debe caer sobre la conciencia de sus canallas dirigentes”. “El Comandante Haro, que llegó anoche de Huelva con una columna de la Guardia Civil y Asalto, según dije en mis charlas anteriores, recibió orden mía de que a las diez de la mañana volviese a Huelva para que ayudara al sostenimiento de la ley marcial en esa población. Al llegar a la Pañoleta apareció un convoy de camiones, cargados con hombres y dinamita que venían a Sevilla para volarla”.
“El Comandante Haro dispuso sus fuerzas y rompió fuego. Unos de los disparos fue a dar en un camión con dinamita, que salió hecho trizas.”
“En al Pañoleta murieron del resultado de la explosión veintiséis hombres que pertenecían a la columna revolucionaria, entre ellos un diputado cuyo nombre no recuerdo”.
“La Guardia Civil se incautó de todos los camiones y de sesenta y un prisioneros. Como al parecer la situación en Huelva no está muy clara, he ordenado al Comandante Haro y sus Guardias Civiles que se queden hasta nueva orden en Sevilla, pues las organizaciones obreras dominan los pueblos de la carretera Sevilla a Huelva...”
Aquella voz hipócrita y fascista llenó de dolor todo un pueblo y tras el dolor, el llanto, el odio y la venganza, desencadenando reacciones desalmadas y actos incompresibles. La tarde de aquel Domingo 19 de Julio de 1936, fue nublándose de todos los sentimientos que pueda desatar el ser humano y fue la semilla del cáncer mas malo de los pueblos... la guerra entre tus propios vecinos e incluso familias, que convierten al hombre en verdaderas alimañas, desatando todo lo malo que hay en él, hasta convertirlos en bestias.
Lo que pasó después puede ser compresible, pero nunca admisible...
Pronto la noticia de la suerte de los mineros se corrió como la pólvora y una gran multitud de gentes se apilaban en el paseo, los más violentos y desalmados alentaban a las masas a la venganza contra los fascistas y a quienes culpaban de apoyarle, la Iglesia y todo lo que representaba.
¡Hay que quemar la Iglesia! ¡Ellos, los beatos son los que apoyan a los fascistas! ¡La iglesia es el opio de pueblo y es lo que alienta a los fascistas criminales! ... Vociferaban agitadores sin orden previa ni de sindicatos ni organizaciones políticas, Todos quedaban atónitos ante la venganza que se avecinaba, pero los agitadores seguían vociferando ante la mirada de múltiples fieles... ¡Acaso nuestros compañeros van a morir en balde! ¡Acaso vamos a dejar que los que apoyan el levantamiento anden a sus anchas, para maquinar y apoyar su entrada en este pueblo! ¡Quemémosles sus símbolos y encarcelemos a los traidores! Y las palabras surtieron efecto, pronto una muchedumbre se adentró en el edificio de los rezos y sus figuras, mantos y reliquias empezaron a arder por las manos de los hombres, el humo que serpenteaba por las ventanas de la estancia se hacia ver por todo el pueblo y anunciaban malos augurios para todos los habitantes de Nerva. De la quema poco quedó y ni siquiera el cuchillo de la imagen de San Bartolomé apareció, alguien se apropió de aquel símbolo de plata que cortaba la cabeza de aquella serpiente que le rodeaba entre sus piernas y que jamás a pesar de lo años ya transcurridos se ha sabido de él.
¡Hay las masas que se dejan influenciar por agitadores y falsos dirigentes y que hace cambiar al mas humilde y compresivo en la mas terrible de las bestias y al mas pacifico y sensato, en el mas beligerante!... El pueblo sin saberlo, llevado por las pasiones y venganzas les estaban haciendo el juego a los sublevados y argumentando para la historia sus ideales y el porqué de su alzamiento.
Al día siguiente y aun perdurando los últimos humos que salían de la Iglesia, con los ánimos alterados y odios hacia los considerados afines al alzamiento, comienzan los asaltos y quemas de propiedades... en el centro una pila de muebles del “Circulo Mercantil” (En aquella época, estaba su sede en lo que es hoy la Cervecería Robles) servia de candelaria en pleno mes de Julio... En el Convento, donde a las monjas se les invito a salir despojadas de hábitos, ardía la capilla... en la calle Marchena la casa de Manuel Vázquez junto a tres de la calle Gil Vélez corrían la misma suerte y allá en lo alto en el Ventoso las cruces de arriba y abajo despedían humos de venganza... ya mas a lo lejos “las majadillas” y la “huerta los naranjos” escupían llamas de fuego.
Y después las detenciones, veintiséis nervenses considerados afines a los fascistas fueron encarcelados, entre ellos el cura Constantino y Hermogenes el Teniente, ninguno perdieron la vida y a pesar de ello después, cuando fueron liberados el 26 Agosto algunos se vengaron aun mas cruelmente, mandando a muchos paisanos al pelotón de fusilamiento, allí donde descansamos en paz los espíritus... pero esto sucedió mas tarde, antes sucedieron muchas mas cosas... que os seguiré contando.